Anécdotas de tenderos y tiendas en Paloquemao
Carnes, pescados, frutas, verduras y flores, productos diferentes, pero con algo en común, sus vendedores, sus sonrisas y su forma de habitar su entorno.
Son las 6:00 de la mañana del domingo, tal vez el día de la semana más concurrido en la Plaza de Mercado de Paloquemao. El frío de las primeras horas de la mañana, contrasta con el «boleo» de los coteros, que desde las 2:00 de la mañana, esperan la llegada de los camiones de carga para distribuir los productos en cada uno de los estantes. Los productos están expuestos claramente diferenciados, se encuentra la zona de las frutas y verduras, cárnicos, floristería, yerbas aromáticas y medicinales, utensilios de cocina y otros más, sin embargo, estas clasificaciones cobran sentido cuando nos encontramos ante los rostros de sus vendedores.
La primera manifestación del rostro a la que nos enfrentamos es la disposición que cada vendedor hace de los productos. Al interior de cada estante, existe también una clasificación ya sea por color, forma o tipo de producto, que están estratégicamente expuestos para lograr capturar la atención y gusto del cliente, es una especie de artificio, de magia que embruja los sentidos. El vendedor dota de una personalidad particular su puesto de venta, es la estética de una caracterización que, indiscutiblemente, le muestra al visitante el conocimiento que tiene sobre el producto, y la relación que establece con aquello que ofrece.
Una vez todo está dispuesto para la venta, como si se tratara de un amigo que te hace entrar a su casa, los rostros expectantes de los anfitriones muestran con orgullo la labor del campo, pues saben, que para el consumidor, ellos son el rostro visible del oficio y las historias que hay detrás de cada alimento que allí es expuesto.
La plaza de mercado, así como la relación que se genera entre cliente/visitante y vendedor anfitrión, es un intercambio de saberes, es el encuentro de dos mundos, miradas de aprobación o desaprobación, negociaciones implícitas que se logran con una expresión, el trueque, la «ñapa» y la curiosidad, son experiencias que se nutren de la variedad de olores, colores y texturas, es un juego para los sentidos.



«Listo, pero deme un rato, es que mi mamá es brava y el negocio está muy lleno»…. 15 minutos después se para frente a mi y con un guiño sutil me comunica que esta listo para la foto, se apropia del lugar y esboza una ligera sonrisa que mas que cualquier otra cosa refleja orgullo.


-«Sí, pero conmigo, así él sale más bonito. Espere me peino. ¿Será que con el gorro o sin el gorro?» ….. señora ud se ve hermosa de cualquier manera le dije y con una mirada equilibrada me mira para indicarme que está lista, tomo la foto y se la muestro….. «que foto mas linda» susurró, imprimiéndole ese valor simbólico que solo el instante reconoce.





*La presente crónica es el resultado de un ejercicio realizado por nuestro estudiante Jhon Cuesta en práctica de Fotografía Documental. (Microtaller)